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jueves, octubre 26, 2006

Cementerio Personal



Tengo un cementerio mío, personal. Yo lo construí y lo inauguré hace algunos años, cuando la vida hizo madurar mis sentimientos. En él entierro a aquellos a quienes maté, es decir a aquellos que para mi han dejado de existir, a aquellos que murieron: los que un día tuvieron mi estima y la han perdido.

Cuando alguien rebasa todo limite y me ofende, no me enfado ya con él, no me enojo ni me pongo furioso, no me peleo, no corto mi relación, no le niego el saludo. Lo entierro en la fosa común de mi cementerio - en él no existen panteones familiares, ni tumbas individuales, los muertos yacen en la fosa común en la promiscuidad de la vileza, de la maldad. Para mi aquel fulano se ha muerto, ha sido enterrado, haga lo que haga ya no puede molestarme mas.

Son raros estos entierros -!menos mal!- solo a veces un pérfido, un perjuro, un desleal, alguien que fue excesivamente interesado, falso, hipócrita, soberbio - la impostura y la presunción me ofenden fácilmente. En el pequeño y deslucido cementerio, sin flores, sin lágrimas, sin sombra de añoranza, se pudren unos cuantos sujetos, unas pocas mujeres . A unos y a otras los he barrido de la memoria, les he retirado la vida.

Encuentro en la calle a uno de estos fantasmas, me paro a conversar, escucho, correspondo a las frases a los saludos, a los elogios, acepto el abrazo, el beso fraternal de Judas. Sigo adelante. El piensa que me ha engañado una vez mas, y no sabe que está muerto y enterrado.

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